No hablo como gráfico ni como audiovisual, sino como periodista. Empezaría por decir que yo creo que hay tres funciones que el periodismo cumple en la sociedad contemporánea: la primera y más obvia es informar. La segunda que es aún más difícil de determinar, es interpretar. La interpretación es un intento de hilar los diversos hechos y los diversos dichos y descubrir una tendencia. Informar sería: “Hubo un paro en la Argentina el viernes pasado con tales características”. Interpretar sería: “Bueno, si se liga este paro con el paro anterior y con el apagón, y con la relación del presidente, parece que las cosas van para allí”. Y la tercera función del periodismo, me parece que es la de opinar. Normalmente la opinión del periodismo es crítica y tiene que ser crítica. Porque es una función que refleja la comparación entre la situación actual y la situación ideal. Creo que los periodistas tenemos el deber de recordar constantemente el ideal de medir cuan distante está el gobierno, la oposición, la sociedad, tal o cual sector de ese ideal. Por lo tanto, es una función crítica.
Ahora hay países, entre ellos el nuestro, donde se hace difícil asimilar la crítica como algo positivo. Se tiende a pensar que la crítica es un acto negativo, un acto de pesimismo, de mostrar siempre lo malo, deprimente. Y yo creo que por el contrario, la crítica es un acto tremendamente positivo porque es como decirle a la sociedad: “¡Mirá cuán lejos está del ideal! ¡vamos!” Es un acto que incita al perfeccionamiento, a la superación. Es no dejar dormir una sociedad. Es el tábano, el tábano de Sócrates, molestando, picando, constantemente recordando lo que queda por hacer. No se critica a una sociedad sin esperanza. Yo a veces comparo: si alguien tiene un chico, un hijo con retraso, no lo critica. Si alguien tiene un chico muy vivo, muy despierto, constantemente lo está azuzando, es como espolear un noble corcel. Cuando uno espolea, está diciéndole al corcel que es noble.
Estas son las tres funciones, para mi más importante del periodismo. Estas funciones están gobernadas por ciertas reglas éticas. La información, para mi, tiene como regla ética central la veracidad. Se informa sobre lo verdadero, le guste o no al que está informando. Una característica nuestra (que, no se, pasa en otros países, pero…) nunca se ponen de acuerdo en la información sobre cuánta gente hubo en un acto público. Unos dicen cuarenta mil. Aún aquel periodista al que le hubiera gustado que hubiera trescientos mil, si hubo cuarenta mil, tiene que decir cuarenta mil. Yo creo que la veracidad es la que debe gobernar la información.
En cuanto a la interpretación y la crítica, yo creo que gobierna otra virtud, que es la honestidad intelectual, porque interpretar, criticar, opinar son acciones más subjetivas, donde se da por sentado que hay una subjetividad en juego. Por lo tanto, es discutible. Si la información fue veraz, es indiscutible: ocurrió tal cosa ayer a las cinco de la tarde. La interpretación y, más aún, la crítica y la opinión, son discutibles. Entonces acá no gobierna ya la veracidad, lo verificable de lo que se está diciendo, pero sí la honestidad intelectual del que lo dice. Por la honestidad intelectual yo entiendo que cuando una persona se pone a pensar, no sabe en qué va a terminar. Pero está dispuesto a serle fiel a esa manera como termine. Yo creo que la honestidad intelectual consiste en que el propio reflexionador se asoma a la sorpresa de las conclusiones de su reflexión y está dispuesto a sostenerlas aun cuando no le convenga. Esto es honestidad intelectual.
La otra regla ética muy importante en el periodismo que se aprende, debo advertirlo, en el periodismo gráfico, sobre todo en los diarios que tienen secciones editoriales (yo lo aprendí en La Nación), es nunca mezclar información con opinión, porque cuando uno está informando al lector o al televidente o el oyente cree que le están dando algo creíble (ayer hubo tantas personas en la plaza). Cuando uno opina, tiene que avisar que está opinando: “¡Ojo! ¡Estoy opinando!”. Entonces el lector, el oyente, el televidente se pone en guardia para ver si va a estar de acuerdo o no con lo que le dicen. En cambio, vender opinión bajo la cubierta de la información es una estafa y muchas veces la gente recibe opinión bajo la cubierta de información, y le dicen entonces: “Había doscientos mil en la plaza”. O “había cinco mil en la plaza”. Eso es opinar, pero se da como si fuera una información. Por eso, yo debo confesar que sospecho de los diarios que no tienen sección editorial: están editorializando en toda la información.
Y, finalmente, lo otro que yo diría en el plano de la ética es la escala de valores que tenemos o deberíamos tener los periodistas. Yo lo pienso así. Estamos hablando de una democracia. En una democracia el soberano es el pueblo. Por lo tanto, un periodismo que suministre los servicios de informar y opinar debiera tener al tope de la escala de valores el servicio al soberano. Está sirviendo, está prestando un servicio: es un servicio público que presta al soberano. Y el soberano debería estar por encima de otros intereses en juego, como puede ser los anunciantes, el gobierno, el dinero o el ego del periodista, que es generalmente bastante grande. A mí, si algo me repugna es le periodismo de periodistas, es decir el periodismo que se dedica a los periodistas, con lo cual el periodista, en lugar de ser el servidor de la noticia, se convierte en el protagonista. Es una alteración profunda del servicio que tenemos que prestar. Es un servicio público en manos privadas. Eso es el periodismo. Como tengo muy poco tiempo, voy acelerando.
Hay otro problema importante acá. Se ha hablado de un libro famoso que trata sobre le poder de informar. Se habla mucho del poder del periodismo. Que el periodismo ha adquirido mucho poder. ¿Quién controla el poder del periodismo? El periodismo inventa temas, exagera, hasta puede tumbar presidentes. Es verdad que hay mucho más poder del periodismo que antes, por una razón muy simple: la realidad acerca de la cual la sociedad está interesada ha dejado se ser percibida directamente. Si uno imagina Atenas, lo que pasaba, pasaba delante de los ojos de todos: era realidad percibida, realidad experimentada, era experiencia vital: por eso no había periodismo en Atenas. Pero hoy la realidad de la cual tiene que tomar cuenta un ciudadano o una ciudadana en cualquier país moderno es inmensa, es global, está lejos, y le llega únicamente a través de los servicios periodísticos; diría que es una realidad virtual: aparece en las pantallas, en las páginas de los diarios, se escucha por la radio; no es vivida directamente, no es percibida, se llega a través de un intermediario que es el periodista. De manera que es verdad que hay un enorme poder, porque el periodismo maneja la realidad virtual y la realidad virtual es, diría, toda la realidad que tenemos, prácticamente, hoy. Seguramente, un señor que vive en el tercer piso de un edificio, se entera de un crimen que ha habido en el quinto piso porque lo ve en el noticiero de la televisión esa noche.
Pero, a esto se contesta con lo siguiente: ¿y es que no ha crecido el poder del Estado en la Argentina y en el mundo? ¿no es mucho más poderoso también el Estado? Entonces, que le periodismo tenga más poder no desequilibra el sistema, sino que más bien, diría yo, que contribuye al equilibrio del sistema en cuanto el Estado tiene mucho más poder que antes. En el fondo, el periodismo es un contrapoder, es decir es un poder social cuya función es limitar al poder político, es un control del poder político, por lo tanto, si hay mucho más poder político, o capacidad política de acción en el Estado de hoy, no me parece desequilibrante que haya más contrapoder en el seno de la sociedad, que los contrapoderes sean más vigorosos.
Ahora hay riesgos. Los periodistas son seres humanos falibles, y tan corruptibles como cualquier otro ser humano, no son superhombres. Hay mucha faltas en el periodismo. Una es la corrupción: el periodismo es vulnerable a la corrupción como cualquier otro sector social, y la corrupción en el periodismo asume generalmente la forma de una defraudación al público, El público va a leer un diario, va a ver un programa de televisión en actitud de credibilidad al periodista. Si el periodista el vende información falsa, u opiniones deshonestas, lo estafa, Con los multimedios puede existir la posibilidad de un monopolio. Y entonces, cuando uno dice que es un servicio público en manos privadas, está suponiendo que es un servicio público en manos que compiten con otras. Cuando hay competencia no puede haber conspiración periodística porque cada periodista está tratando de ganarle a otros periodistas en la prontitud de la información, en la exactitud de una información o en la fundamentación de una opinión.
Finalmente, hay otro peligro que me gustaría aludir muy brevemente, el convertir la libertad de prensa en el fuego. Existe el peligro que se convierta la libertad de prensa, los periodistas pretendamos tener un fuero aparte, como si fuéramos los nuevos duques del sistema. Se toca a un periodista. ¡Ah, no! ¡No puede ser…, porque está protegido por la libertad de prensa! Y en nosotros hay, debo reconocerlo, un cierto ánimo corporativo, porque, claro, hemos sido perseguidos tantas veces, por lo menos en la Argentina, hemos visto morir amigos y colegas, hemos visto perseguirlos, que tendemos a defenderlos indiscriminadamente. Si embargo, hay veces en que los colegas cometen errores o nosotros cometemos errores, y si infringimos la ley, no podemos ser más que ningún otro ciudadano, por más que nos proteja la libertad de prensa.
¿Qué puede hace el Estado frente a los posibles abusos del periodismo? Ustedes saben muy bien que desde la Primera Enmienda de la Constitución Norteamericana hasta nuestra Constitución, la mejor ley de prensa es la que no se ha escrito nunca, porque las leyes de prensa generalmente lo que hacen es abrir el paso a la invasión de la libertad de prensa. Puede hace dos cosas elEstado: una, asegurar que hay competencia, impedir los monopolios de prensa, y quizás puede, tipo BBC de Londres, tener una institución periodística testigo, con tal de que sea el Estado y no del gobierno. Estos defectos posibles del periodismo no se pueden corregir mediante leyes o persecuciones que serían peores que le mal que se quiere corregir, pero yo tengo una gran confianza en la madurez de la sociedad, es decir que la gente va teniendo una cultura periodística.
Después de muchos años de libertad de prensa, la gente ve mucha televisión, lee diarios y va poco a poco aprendiendo a separar la paja del trigo y, en definitiva, eso es la democracia, ¿no? Es la apuesta a la maduración de la gente. Si uno no cree que la gente va a madurar o va a aprender, tampoco habría que darle el derecho de votar. De manera que también la gente tiene el derecho de leer, de comparar, de ver, de escuchar y, si bien en la Argentina tenemos apenas trece años de democracia continua, yo creo que poco a poco la gente va separando la paja del trigo. La democracia es lenta pero yo pertenezco a una generación que estaba apurada, que buscó atajos y no los encontró.
Mariano Grondona